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martes, 26 de octubre de 2010

1001.

Mi vecino, murió hace ya casi tres años en circunstancias realmente patéticas e inhumanas, rodeado de miseria y toda la porquería de la que puede estar cercado un hospital, yo mismo que me he visto afectado con problemas de salud, conozco en carne propia, lo que es estar en una sala de emergencias de un hospital como el "Perez de León", o pasar una temporada primaveral en esas maravillosas habitaciones que se caen a pedazos, y huelen al verdadero olor humano, a lo que olería la Europa de la edad media seguramente.
Teniendo experiencia como paciente de hospital que soy, y ademas viviendo al lado de este ser Maravilloso que fue Ricardo Rosario, luego de su muerte, mi homenaje póstumo a este hombre fue escribir ésta obra. Escrita luego de haber entrado a su casa, y ver que tanto la sala, como el cuarto, casi hasta la cocina, estaban atiborrados de libros.
Me impresionó, porque hizo lo que yo he querido hacer, convertir mi hogar en una biblioteca, a estas alturas, quizás jamas consiga una novia, pero siempre tendré los libros.

1001
Comedia Hospitalaria.
Daniel Dannery


A la memoria de
Ricardo Rosario

LA ACCIÓN TRANSCURRE EN UNA HABITACIÓN DE HOSPITAL. HAY UNA CAMA DONDE YACE UN ENFERMO MORIBUNDO QUE SE QUEJA CONTINUAMENTE. LOS DOS HOMBRES HABLAN FRENTE A LA CAMA.

HOMBRE 1: 1001
HOMBRE 2: ¿1001?
HOMBRE 1: ¡1001!
HOMBRE 2: Que barbaridad
HOMBRE 1: Si, si ¿A quién se le ocurre?
HOMBRE 2: Pues yo tengo apenas unos 10, y sólo he leído 1.
HOMBRE 1: Y quién tiene tiempo en estos días para ponerse a leer
HOMBRE 2: ¿Pero estás seguro que eran 1001?
HOMBRE 1: Yo mismo los conté antes de venir
HOMBRE 2: Que excentricidad
HOMBRE 1: Lo mismo pensé yo. ¡Que excentricidad!
HOMBRE 2: Vaya que es una manera de hacer de tu casa una biblioteca.
HOMBRE 1: Así es.
HOMBRE 2: ¿Pero hoy en día quién va a una biblioteca?
HOMBRE 1: Acaso los estudiantes
HOMBRE 2: Es que nadie tiene tiempo de hacer nada, ni de vivir, y mira a este. (REFIRIÉNDOSE AL ENFERMO QUE HA ESTADO QUEJÁNDOSE TODO ESTE TIEMPO) en vez de aprovechar el poco plazo que le dan a uno de vida, se lanzó a leer. Seguro fue la lectura lo que lo mató.
HOMBRE 1: Pero todavía no está muerto
HOMBRE 2: Tiempo no es lo que le queda
HOMBRE 1: Ni ganas ¿verdad?
HOMBRE 2: Así es.
HOMBRE 1: ¿Y la familia?
HOMBRE 2: Tomando café
HOMBRE 1: ¿Y el doctor?
HOMBRE 2: Tomando café
HOMBRE 1: ¿Y la enfermera?
HOMBRE 2: Tomando Té
HOMBRE 1: ¿Té?
HOMBRE 2: Si, me comentó antes de irse a su casa a tomar el Té, que vivió en Inglaterra hace unos años, y pues le quedó la manía
HOMBRE 1: Claro, a mí me pasó lo mismo cuando estuve en Francia.
HOMBRE 2: ¿Tomabas mucho té?
HOMBRE 1: Pero una cosa descontrolada
HOMBRE 2: Claro. –PAUSA- Yo siempre tomo café
HOMBRE 1: Eso es porque no has viajado… tienes que recorrer mundo.
HOMBRE 2: ¿Pero con qué tiempo?
HOMBRE 1: Es verdad… ¿con qué tiempo?... pero me parece una falta de respeto… pobre hombre… míralo, famélico, desorientado, y se le nota en la cara las ganas terribles que tiene de tomarse un café.
HOMBRE 2: No, dijo que no.
HOMBRE 1: ¿En serio?
HOMBRE 2: Balbuceaba descontroladamente cuando le preguntaban ¿ Quieres café? Y él: ayyyy ayyyy… ¿Un poco de Té? Y él: ayyyy ayyyy…
HOMBRE 1: Que difícil, seguro que si le das un libro no lo piensa dos veces
HOMBRE 2: ¿Para comérselo?
HOMBRE 1: Después de echarle una lectura rápida.
HOMBRE 2: Las cosas que tiene que vivir uno. No nos enseñan realmente. Llevar una vida tan miserable para acabar muriendo desgraciadamente.
HOMBRE 1: Aún no está muerto.
HOMBRE 2: Claro, claro… pero a éste no lo salva nadie. ¿Y para qué? Para dejar el dinero malgastado, en tazas de Té y 1001 libros.
HOMBRE 1: Yo creo que a el no le gustaba el Té
HOMBRE 2: Y por lo visto tampoco el café. -PAUSA-
HOMBRE 1: ¿Y su esposa?
HOMBRE 2: Llamó hace rato, estaba en camino.
HOMBRE 1: ¿Preocupada, no?
HOMBRE 2: Al parecer le dio un ataque depresivo cuando le avisaron.
HOMBRE 1: Pobre mujer… Tantos años de matrimonio deben pesar.
HOMBRE 2: Apenas 2… y estaban por divorciarse.
HOMBRE 1: Vaya… lamentable.
HOMBRE 2: Si, lamentable.

ENTRA UN HOMBRE VESTIDO DE MANDADERO, CON UN GRAN RAMO DE FLORES EN LA MANO. Y EN LA OTRA MANO ALGO DE COMIDA QUE COME INSACIABLEMENTE.

MANDADERO: Es aquí donde está el muerto.
HOMBRE 1 Y 2: ¡Aún no está muerto!
MANDADERO: Claro, pero es que a este no le queda mucho ¿no?
HOMBRE 1: ¡Flores! que bonito detalle
HOMBRE 2: Hermoso.
MANDADERO: Para nada.
HOMBRE 1: ¿Para nada?
MANDADERO: Para nada. Al menos si se le notara un poco mas conciente. Pero gastar en flores para alguien que no le queda mucho. Es como gastar dinero en nada.
HOMBRE 1: Que hombre tan poco sensible.
HOMBRE 2: Pero es verdad. A el ni le gustaban las flores.
HOMBRE 1: En serio. Y yo que le pensaba comprar algunas.
HOMBRE 2: ¿Y por qué no las compraste?
HOMBRE 1: ¿Con qué tiempo?
HOMBRE 2: Es verdad… ¿con qué tiempo? Y menos mal que tampoco las compraste. Dinero tirado a la basura.
MANDADERO: A la basura. (TIRA EL RAMO DE FLORES EN UNA PAPELETA)
HOMBRE 1: Pero hombre, cómo haces eso.
MANDADERO: Yo pensaba…
HOMBRE 2: Mejor ahorre neuronas.
HOMBRE 1: Y tiene una tarjetita.
HOMBRE 2: ¿Qué dirá?
HOMBRE 1: Sería una falta de respeto invadir la privacidad ajena.
HOMBRE 2: Es verdad. ¡Pobre hombre! (ACERCÁNDOSE AL MORIBUNDO) gastar dinero en nada.
MANDADERO: (LEE) “Para que tu camino no sea oscuro, aquí hay flores que alumbrarán tu rumbo
HOMBRE 1: ¿Y quién las manda?
MANDADERO: No dice.
HOMBRE 1: Ah, entiendo. A nadie le gusta que le identifiquen con un muerto.
MANDADERO Y HOMBRE 2: ¡Que no está muerto!
HOMBRE 1: Claro pero a este…
HOMBRE 2: shhh.

ENTRA EL MEDICO CON UN REMOVEDOR EN LA BOCA.

MEDICO: ¿Entonces? Ya se murió.
HOMBRE 2: ¡sufre!
MEDICO: Ya veo… ¿y la enfermera?
HOMBRE 2: Tomando Té.
MEDICO: Bueno… cualquier cosa me avisan. Voy a bajar a comprar café.
MANDADERO: ¿Y a mí quién me paga esto?
MEDICO: ¿Y este quién es?
MANDADERO: Mucho gusto. Yo soy el que trae las flores.
MEDICO: ¡Que bonito detalle! Pero traerle flores a un muerto… (SALE)

HOMBRE 2: Tome, aquí tiene. Y lo que sobra se lo gasta en lo que quiera. Sea bueno y cierre la puerta al salir.
MANDADERO: Pero aquí falta.
HOMBRE 2: ¿Cómo que falta?
MANDADERO: ¿Y el transporte quién me lo paga a mí?
HOMBRE 1: Hay que ver como está la situación hoy en día.
HOMBRE 2: ¿Pero usted no trabaja para una empresa?
MANDADERO: No, a mi me pago un señor ahí abajo para que subiera éstas flores.
HOMBRE 1: ¡Será posible!
HOMBRE 2: ¿¡Que le pagó!?
MANDADERO: Pero una miseria… ni para un tinto. Más gastó en el ramo.
HOMBRE 2: No sea tan descarado y váyase de aquí.
MANDADERO: Mis más sentido pésame ¿eh? (SALE)

HOMBRE 2: ¿Has visto?
HOMBRE 1: Increíble… que la persona no haya subido a entregar las flores en persona, es una descortesía total. Como si este (EL MORIBUNDO) no pudiese reconocernos.
HOMBRE 2: Oye ¿será qué si nos reconoce?
HOMBRE 1: Claro… Ni que estuviese muerto.
HOMBRE 2: Es verdad.
HOMBRE 1: Y que raro que no llega la esposa.
HOMBRE 2: Es que entre el divorcio y éste muriéndose, a quién no le van a quedar ganas de morirse, lo poco que le podía quedar de la repartición de bienes, lo va a gastar en el funeral.
HOMBRE 1: ¡Que cosa con el dinero!... siempre tan así, con tan eso, que tiene el dinero.
HOMBRE 2: Pero por lo visto, aquí como que le dan mucha importancia… porque hay que ver que este hueco es de lo más barato que se pudieron haber conseguido.
HOMBRE 1: Sea donde sea hay que chequearse, sino dejas pasar el tiempo y terminas como este.
HOMBRE 2: Claro, ¿pero con qué tiempo?
HOMBRE 1: Oye…dejó de quejarse.
HOMBRE 2: ¿Se habrá muerto?
HOMBRE 1: ¿Tú dices? A mí con el pavor que me dan los muertos.
HOMBRE 2: Ufff y a mi.

ENTRA LA ENFERMERA. CON UN VESTIDO BLANCO ESCOTADO, TACONES DE PUNTA, CABELLO ARREGLADO. PARECE CUALQUIER COSA MENOS UNA ENFERMERA.

ENFERMERA: ¿Se murió?
HOMBRE 1: ¿Y usted quien es?
HOMBRE 2: Ah llegó… Pues parece que éste está listo.
ENFERMERA: No puede ser… Pero si se le veía tan bien cuando me fui a tomar el Té.
HOMBRE 1: Ah, ya. La enfermera.
ENFERMERA: Era tan buen muchacho.
HOMBRE 1: ¿Lo conocía desde hace mucho?
ENFERMERA: Unas pocas horas… pero desde que llego aquí, tenía ese aspecto de chico bueno… Como los hay pocos.
HOMBRE 1: Si, si… de los mejores.
HOMBRE 2: Intachable.
HOMBRE 1: Bondadoso
HOMBRE 2: Esplendido.
HOMBRE 1: Muy buena persona eso si… claro tenía ese gustito por los libros que jamás entenderé… Pero muy buena persona.
ENFERMERA: Bueno llamare al doctor, para que haga el informe.
HOMBRE 1: Pero por qué no se queda un rato más… Íbamos a rezar por su alma.
ENFERMERA: Lo lamento…de verdad lo lamento… ¿Pero con qué tiempo? Ya es la hora del Té. (SALE)
HOMBRE 1: Claro, con qué tiempo.
HOMBRE 2: Además era agnóstico.
HOMBRE 1: Terrible enfermedad. ¿De eso murió?
HOMBRE 2: Jamás lo sabremos.

LOS DOS SE ACERCAN A LA CAMA DEL MORIBUNDO. Y LO VEN EN SILENCIO. EL HOMBRE 1 COMIENZA A LLORAR INCONTROLADAMENTE. HASTA LLEGAR A UN PUNTO EN QUE EMPIEZA A DARLE MANOTAZOS EN EL PECHO AL MORIBUNDO. EL HOMBRE 2 SE MANTIENE ALEJADO DE TODO ESTO, PERO NO DEJA DE MIRAR AL MORIBUNDO.

HOMBRE 1: Jamás lo entenderé.
HOMBRE 2: ¿Qué cosa?
HOMBRE 1: ¿Quién en su sano juicio tiene 1001 libros en su casa?
HOMBRE 2: Nadie, por supuesto. Nadie.

LAS LUCES VAN BAJANDO. EL HOMBRE 1 ABRAZA AL HOMBRE 2, SE MANTIENEN ASÍ, POR UNOS SEGUNDOS. HASTA QUE UN QUEJIDO ESTRUENDOSO PRODUCIDO POR EL MORIBUNDO LOS SEPARA.

OSCURO.

Daniel Dannery
Diciembre 2008.

domingo, 24 de octubre de 2010

Sainete de Cumpleaños.

Para escuchar mientras se lee:
Sainete de Cumpleaños.
Al Bicentenario,
que me acojona los Huevos.
¿Quién reinará ésta noche?
Seguramente la escoria de ésta ciudad. Entre los ojos danzantes apuñalando hipocresía, esa represión que se hace con el trago en la mano meneando la cadera en un compás de música clásica; que no acompaña al Beat.
Uno, dos, uno dos. Como un vals a la apariencia de dos primaveras verdes que te resguardan la cara. O fealdad dibujada de lujo, que quién sabe, debería quedarse amontonada entre el cementerio de pitillos, pajillas, mentiras que se acumulan entre la vida microoscopica de los rincones mas sórdidos de tus mejillas.
Un canto a Baco o más bien, una suplica para que, no de beber su vino a todos los niches de esta gran nube tóxica.
Porque ustedes reyes de las máscaras, son la lluvia ácida que corroen el pensamiento Apolinio desgarrando la vida de los otros. Succionadores de vidas. Malvivientes.
Veo el rencor de la gente verde, la de billetes, veo la lastima saliendo de mis uñas deseosas de arrancar cada acaro serpenteante de tu cuerpo.
He de preferirte de mal olor, con odio en los ojos, y un arma apuntando mi humanidad. He de creerte mejor a ti, gran Dios de la muerte, que tienes la potestad de decidir si es mi turno, te prefiero a ti, porque estas mas cerca del cielo y conversas a diario con los papalotes, con los ríos y el temor.
En cambio, tu, desdichada, infeliz, te jactas de profesar la individualidad, el libre comercio (de tu cuerpo) para atacar con saña de Lamia en los insólitos silencios de tus movimientos.
Si me has de descuartizar, por ideológico, pero no las de tonadas, hazlo de manera de que pueda ver en tus faros, una luz cercana al bombillo de mi habitación, para recordar que cada ensenada y gota de sudor gastada, tuvo una razón de ser, no así tu insignificante paso por este corredor.
El día que cumplas otros 200 años, te regalare un llavero, para que al menos te acuerdes de mi.
Daniel Dannery.
Oct-2010.

viernes, 22 de octubre de 2010

Batalla.


"Hay dos tipos de Batallas, las que libras contra el mundo, y aquellas que libras contra ti, esa última, es la menos importante."
S.V.


Aquí la pornografía de un beso espontaneo
la situación de Dionisio vestido de tacones
poseído por faldas y sweaters rojos
mientras un PIN de Blackberry invade tenebroso
entre los bolsillos asqueados de sudor, apretados.

La pornografía del bebé que toma la compota de la cuchara
de niñas blancas hijas de madres negras
de pubis carbonizados y cabelleras rojas
pues en todo nos transculturizamos
esa oda porno que le hago a tus ojos
pues como miras de reojo
los lagrimales de humo en el encierro
atontan los glandes babeantes.

Oh si, esa pornografía de las lesbianas tronando copas
y riendo,
cuanto de filia e ismo hay en ello
y la testosterona oculta bajo esa suela
propiedad de Afrodita, la dueña de esas sonrisas.

Y el deseo del suicidio
la pornografía que hay en el suicidio,
la libertad que se encuentra ahí
justo en esa puerta,
abierta a nadie.

Daniel Dannery.
Oct-2010.
1:16am.

sábado, 9 de octubre de 2010

Cuando Sabana Grande se haga más pequeña.

Sabana Grande.

Cuando Sabana Grande se haga más pequeña.

-Ya me duelen menos los pliegues de las piernas.

Hay una rumba en esta estación, la indecorosa savia del olor a saliva.

Sofía inmaculada en la puerta número tres. El respaldo de la dosis dialorreica de nuestra generación.

El señor de la noche,

el señor de la noche.

Y la Laura con las tetas caídas, no importa, el primo se la coge y, así todo queda en familia.

Escucha hermano

la canción de la alegría.

Hemos, estamos donde nada persiste, en la solides de la materia.

Hablamos 1000, 1100, 1200, porque toda tarifa sube, ¿Quién la baja?

Hay una rumba, un festejón de tequeños, huevos, y otras culturas de aminoácidos francamente destacables.

Hay quien corre, Sofía se queda estática, ve el árbol caminar y pasar ante su vista. Sofía de la Clemencia, del hado de desnudez plasmada en el nombre de la franquicia griega: “Evolución”.

-Francamente me duelen mucho menos los pliegues de las piernas.

Hay un sudor que corre en agonías súbitas de mierda consagrada, un hedor de pascua vencida que se sobre limita ante la raya roja del lector de códigos de barras. Leemos.

Existe un gran sentido de pertenencia en las hojalatas cuadriculadas de las carreteras. Sofía, quieta.

Mañana sobraran las luces cuando Sabana Grande se haga más pequeña, o se apaguen de una vez por todas las luciérnagas inquietas que se tambalean en los postes quemados.

¿Soy yo una luciérnaga? –Se pregunta Sofía-.

Nadie en la solidez de las noches vivas se cuestiona acerca del origen de las cosas, sobre si en tierras nórdicas existió una balandra parecida a la Isabel. Y aún ante tal presagio de locura cultural, un par de viejas refinadas piden la ralladura del limón para un pase ácido, una muestra de la incandescente dulzura típica, tradicional y autóctona de esta república de oro. Vanagloria del sentimiento, al estacionamiento de las mentiras.

Sofía ahí está.

-Cuando me dejen de doler, ya no recordare.

Hay un rumbón en esta cueva de dios. Una estratosfera de dudas llenas de simplicidades.

Mañana cuando todo este bien, un té de linaza y un baño interno de llagas superpuestas en el hormigón te harán olvidar.

Como te quiero Sofía. Por ver el paisaje en esta carretera llana de felicidad. Aún hoy, antes de tanto andar, mírate.

Sofía la tierna escultura de llanto.

Daniel Dannery

2007

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