1.
Tratemos de irnos esta noche en un carruaje vestido de negro,
Que las palabras no sean el pan nuestro,
No hagamos de esta frase el "¡coño!" de una rutina.
Acompáñame: sí, tú, la de mirada pisciana
Por el angosto río de mis delirios,
Y sobre tu pecho deja brotar la cal de un pensamiento.
Ábrete paso entre el siniestro mirar de las almohadas,
Sobre las plumas de los animales arcaicos
Esa tierra blanca llena de bosta pútrida.
-mastúrbame-
Híncate en el suelo cielo,
Palpando, sintiendo, y saboreándote la piel.
El pomo se eleva, se desvanece,
La sangre sigue fluyendo, templando
A las batallas suaves y desgarradoras.
Ahí entre la arenilla del rocío y tu cuerpo,
Entre el calor de tus muslos,
Y el sereno,
Ahí, me encuentro yo.
Los escotes de una puerta semiabierta.
La de tu boca,
La de tu pieza más preciada.
Deja que tu lengua sufra el mismo desvarío de la mía,
Que se imanten, que sean una cascada de lava fragrante,
Que en ella se muevan los peces como buscando comida,
Y sea infinito.
Desbordamos un río de savia olorosa.
Maldito el cactus de Venus.
-maldito olor a humedad-
-calla-
Quiero gritar, sudar y temblar
-calla-
Quiero tocar, palpar y degustar
-calla-
¡No quiero gritar!
Desgarrar tus botones, y que no grites,
Romper tu espalda, y que no grites.
Verás que no todos,
Ninguno,
Los tengo conmigo:
El amarillo danzante de la noche,
El blanco colorido de tu piel,
El rojo moribundo de tus ojos,
El anaranjado transparente de tus labios.
No todos,
ninguno,
se encuentran conmigo.
Deja que te lleve esta noche en una carroza vestida de negro,
Que la mar muera en el silencio de tus sueños,
Que en tus pies florezcan sapos tornasoles,
Y que salten y salten y salten.
Comerlos.
Vomitar los raudales libres del burdel de tu cuerpo,
Rodear con mis venas tus cabellos,
Digerir, repetir y rumiar,
Sobre tu espalda.
Deja que te lleve esta noche,
Y hacer nacer de tu oscuridad más íntima
El dolor más placentero.
2.
Si me vieras desde el lado más bajo de la cama
contando uno por uno,
sintiendo el abrazo palidezco del aroma,
dejándome llevar por la intriga,
sumando y tratando de restar la piel que sobra
con aquellos pies rozando la arenilla
al pasar de un minuto,
en que sentí como dos peces
dejaron de andar,
respirar,
encontrar,
la extraña perfección de los delirios
sucios de barro.
-Es que amo tus pies
o alguna vez creí amarlos-.
3.
Ahogado,
ahogado de tanto andar,
pisando sillas; paredes geniales,
buscando claveles in
y estando out del lodo.
Me pervierto sobre el estar de un plástico amarillo,
sobre los carriles verdes de tu velo,
aunque las sensaciones estén de más.
Sobre las venas de una autopista insomne.
La razón en una estela de días llenos de pulpos,
es que hay escamas que mis lágrimas no liberan.
Te pido perdón por mis zapatos mojados,
a veces no amarro mis recuerdos,
y una estela de aserrín pasa sobre los papeles inéditos,
una ardilla los come incesantemente,
y la tinta queda puesta sobre el mantel.
Adiós, arrivederci, goodbye,
Y una estaca de plástico se clava sobre mi cuerpo.
4.
Ahí está esa mirada llena de nervios,
de pasos inconstantes,
miserable laguna de rojos y tintos,
heroina absurda de tilde caída,
mi lengua cansada en la piel de una V.
La saliva en los tacones de aguja,
el flujo a media puerta,
mis dedos inquietos.
Daniel Dannery
2006.
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