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martes, 30 de junio de 2015

Pensado en voz alta: Esto no es una carta abierta

Yo me había dejado de escribir estas sandeces, por puro recato, he aplicado cierta autocensura en mí, y a veces disfruté desde la lejanía el observar la jaula de los monos, porque ciertamente resulta ser bien divertida verla a la distancia, que siendo actor y participe de las simpáticas monerías que conllevan en algunos casos, hasta el pender de las ramas.
Luego por alguna razón, poco a poco sentí que iba perdiendo pasión por las cosas que me interesan, porque me gusta hablar, me gusta criticar, y me gusta que me critiquen, y pues siendo testigo, y callado ¿a quién le hago llegar mis tormentos ideológicos?
Pensar en escribirlos y sacar un diario de escritos, a 20 años, si es que llego ahí y el apellido finalmente termina resultando en algo, seguro me haría ver como un odiador o un vanguardista incomprendido, y no es la meta, además ya todos sabemos como terminó Artaud.
Y quizás los gritos al aire terminan siendo mejor antídoto, aunque nuestros pequeños autócratas de la cultura te intenten silenciar.
Después de todo, el vive y deja vivir, es una suerte de domesticación también, donde todos quedamos condenados a tragarnos las ideas, vivir con una sonrisa de mierda en la cara, porque uno no sabe si en el futuro quizás ese personaje te ayude a cambiar un caucho, (porque el chavismo, como buen cáncer, se nos metió en el día a día, en la rutina, ratificando la idea del "estás conmigo o contra mi", que no es más que una suerte de: o somos amiguitos o enemiguitos) y pues la libertad de pensamiento, que se la lleve un angelito, porque calladito te ves más bonito.
En todo caso, leo una comidilla de esas que más que molestia, provocan en mi un buen sentido de la retórica, esos pensamientos que intentan hallar explicaciones a pendejadas como ¿qué fue primero el huevo o la gallina?
Y me descubro desde la soledad participando, una vez más, dentro de la jaula, y ya que me he infectado nuevamente del parasito de la acción, pues bato los brazos al aire, y chillo como un <>; que es el que más se me parece.
Y aprovecho para aclarar que esta no es una carta abierta, y que no formo parte del clero epistolar que hoy en día gobierna nuestros géneros literarios cibernéticos o burocráticos, donde el "Caracas, xx, xx, MMXV. ATENCIÓN Sr. tal o Srta. tal cual", ya es un recurso o un síntoma de buena educación para impeler motivaciones que finalmente terminan en: "Esperando que te vayas al coñisimo de tu madre, ATENTAMENTE, fulanito de tal".
Explicada la intención, procedo a maullar:
Un director de teatro, antes joven, criticaba al medio por no tener espacios, tildaba a los demás de vacas sagradas, se molestaba porque nadie veía su trabajo o se le criticaba con fuerza.
Quizás todo ese sistema, abocado a cierta perfectibilidad de creación permitió que aquel, que fue joven, creciera y se hiciera un nombre.
Ahora, hoy día, ese director de teatro, ya no tan joven, y ciertamente con una visión caduca (propiciada por el ombliguismo de nuestro casi extinto sentido cultural de aprendizaje y retro alimentación) llama becerros a la nueva generación, convirtiendose así mismo en un gestor de censura, su reproche básicamente se parece al Madurismo que nos gobierna: 1) No hables mal de mi 2) No me critiques 3) Ponte a trabajar 4) haz lo que yo quiera.
Perfectamente esto deja ver un delirio de grandeza, donde sus propuestas deben ser como las del celestial, tan buenas que sirven hasta para que la gallinita ciega cruce la calle.
Habrán quienes aplaudirán y hasta se sientan representados, y habrá quienes no. Pero resulta que la polarización social a las que nos hemos visto sometidos, hace ver al que no está de acuerdo con una idea, como una suerte de idiota relegado a ser la burla entre oficinas gerenciales de espacios culturales. Porque es que además, hoy día puedes hacer un chiste de todo, sentirte a gusto, tomar café, fumarte el cigarro, sin que nada importe, porque realmente nada importa.
Es simpática la anécdota porque deja entrever varias cosas:
1) Hay que ver que nuestra hipocresía, jalabolismo, falta de respeto y poco compromiso para con la palabra es lo que tiene a este mundo tan jodido e ignorante. Aparte del ISIS, la hambruna en el Africa, la guerra por el agua, y un montón de otros etc, que hacen ver trivial la extensión de esta pendejada.
2) Cualquier crítico de los sistemas culturales puede ser tildado de becerro.
3) La generalización de las acciones personales, terminan metiendo en saco a todos, esto no es más que una prueba de que el populismo lo llevamos en la sangre.
4) Cuando se critica a una vaca sagrada siendo así mismo una vaca sagrada, la disociación más que un fenómeno se ha convertido en un estilo de vida.
El no estar de acuerdo con algo o con alguien ¿te convierte en su enemigo? tal parece según lo aprendido en la Gran Misión Teatro, que la necesidad de dialogo es apenas un espejismo que se viene abajo cuando profundizamos en nuestra carencias y las tapamos con un backing viejo y remendado donde sigue siendo preferible el estampar la sonrisa como método de encuentro para la creación, y no el usar la palabra con intención de reformulación. Pues si criticas que todo sigue siendo igual, es porque tu mismo haz permitido que sea así. ¿No les parece?
Sirva la polémica en cuestión, para ser olvidada, comentada o burlada.
En Caracas a los 9 días del mes de Junio de 2015.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Pensando en voz alta: Sobre la dramaturgia venezolana.

En la rueda de prensa del "Festival de Jóvenes Directores" organizado por Trasnocho Cultural, ante una pregunta sobre la dramaturgia venezolana, planteada por el dudoso "crítico" Edgar Moreno Uribe, el director Hector Manrique respondió: "Los dramaturgos venezolanos tienen que calentar más la silla".

La gratuita polémica en cuestión se presentó ante el conocimiento de la elección de los 8 textos seleccionados para dar inicio al festival, lo que este "periodista" al parecer no vio, es que no había una hegemonía europea o norteamericana en el criterio de selección, pero de alguna forma si temática: los problemas universales de la existencia del hombre, que traídos a nuestra latinoamericanidad pareciera nos son más pertinentes a la hora de verlos bajo nuestra lupa, por razones ya harto conocidas, parte de esto, nuestro gran complejo de inferioridad.

De los 8 textos seleccionados, dos fueron escritos por dramaturgos venezolanos (Gustavo Ott, Ugo Ulive) y dos fueron adaptaciones de obras del teatro clásico contemporáneo versionadas también bajo plumas venezolanas (Javier Vidal, Claudia Lizardo) de las otras cuatro, una de ella forma parte de nuestra reciente dramaturgia latinoamericana (Daniel Dalmaroni) y de las tres sobrantes, una pasó por la reescritura del original (Luigi Pirandello). Pensar que montar a Edward Albee e Eugène Ionesco (los únicos dos autores, que en este caso fueron "respetados" en el original, con "Historia del Zoo" y "La Lección" respectivamente.) no es pertinente, o que le está quitando puesto a dramaturgos nacionales, como textos elegidos para el arranque de un festival de jóvenes directores, no es más que un capricho o un berrinche innecesario que demuestra, desde mi percepción, dos cosas: primero, deja en evidencia la poca capacidad critica de nuestros críticos, y segundo, que en un país donde el arte no es visto como una profesión, cualquiera puede hacerce portavoz de ella.

Aunque la pregunta ¿por qué no más dramaturgos venezolanos? puede resultar pertinente, aislandola del contexto inicial. 

¿Hay que superar a Cabrujas?

El teatro de Cabrujas comprometido siempre con nuestra historia político, social, pareciera no se ha superado a más de 20 años de su desaparición física. Montar a Cabrujas siempre presupone un acto de actualidad e irreverencia, considerado el "único intelectual" de nuestro historia contemporánea reciente, a mi esto me resulta del todo preocupante, sobretodo porque la lucidez lúdica de maestros como Chocrón pareciera ya no tienen espacio (interés), y la dualidad ideológica de otros como Chalbaud que le han quitado mérito a su legado. 
Hoy por hoy la dramaturgia venezolana, a excepción de casos aislados como el de Karin Valecillos quien demuestra un interés en su prosa sobre el rescate de un pasado reciente sumergido en la violencia (29/10/88) o sobre nuestro presente sin esperanzas ("Jazmines en el Lídice") o esa eterna búsqueda de la identidad que parece no superamos jamás ("Lo que Kurt Cobain se llevó", "Vino la reina") ha demostrado que nuestra cultura, nuestra venezolaneidad en lo positivo o negativo, tiene público, despierta interés, y sobretodo llama a la reflexión.

¿Por qué, entonces, para hablar de nosotros, por qué para hacer metáfora de nuestros cambios conductuales propiciados por un gobierno que ha destrozado nuestra estima, nos ha separado y nos ha llevado por caminos de la violencia;  en la mayoría de los casos se recurre a la dramaturgia foránea?

Esta pregunta, incluso podría ser similar al de los síntomas de nuestra cinematografía, por cada película venezolana en cartelera, 10 son extranjeras. Tampoco hemos superado los errores, pues esta reflexión, Rodolfo Izaguirre bien puedo haberla hecho en los años 80´s. Es triste que estemos continuamente mordiendonos la cola, pero basta con afirmar, creer, y finalmente entender, que esa sentencia que dicta "que estamos condenados a repetir la historia" se haya convertido en mantra.

Reflexionar sobre lo que ya se reflexionó, refleja inmediatamente nuestra mediocridad, y las pocas intensiones que hemos tenido de forjar un cambio cultural. A nadie le importa. Y a quien le importa, es visto como un rebelde, una suerte de enemigo intimo incomprendido, que habla de más y que no suele cerrar la boca para conveniencia de otros.

¿Los dramaturgos venezolanos tendrán que calentar la silla realmente? ¿O a los realizadores de teatro no les interesa la dramaturgia venezolana? ¿Qué se considera hoy por hoy dramaturgia venezolana?
Si uno hace un vuelo veloz por la cartelera teatral y los textos escritos por venezolanos, podríamos decir que nuestra dramaturgia en tiempo presente, no es más que un cumulo de adaptaciones de películas, cuentos, novelas exitosas que despiertan el interés de un público tan ignorante como el artista ¿dónde está el germen de lo original? ¿a dónde van esas historias que debemos contar? Me atrevo a decir, que al cajón del mismo dramaturgo, porque también en muchos de los casos el dramaturgo decide escribir sobre lo que no somos, lo que no nos importa, o lo que poco nos afecta.

En Venezuela, el dramaturgo también es creador (y esto es algo mundial, en algunos casos), escritores como Xiomara Moreno o Javier Moreno se encargan de las puestas de sus textos, otros han creados matrimonios creativos como es el caso de Marcos Purroy y Daniel Uribe. Pero sin embargo una gran parte de nuestros dramaturgos pueden quedarse sentados esperando por ser montados y destinados a ser escuchados por un público quien bien puede dictar la sentencia final ¿se le ha quitado al público la opción de escuchar nuestra dramaturgia, y de ser ellos los jueces definitivos del gusto? 

Puede ser muy fácil decir "Si quieres montarte, móntate tu mismo", no creo que esto se trate de perseverancia, voluntad o falta de trabajo. La comunión para este tipo de eventos creativos siempre va a hacer necesaria, quizás sin la existencia de Tumbarracho Teatro, la obra de Valecillos continuaría invisible, así como en su momento ocurrió con Grupo Theja y la pluma de José Simon Escalona, Javier Vidal, y demás. También se trata de que la escritura por lo general suele ser un acto en solitario, pero entonces ¿necesita el dramaturgo de un amigo para ser montado? ¿y qué se puede definir cómo amigo en este medio? 

En definitiva, cada quien es dueño de su criterio, de sus intenciones y de sus deseos, cada quien puede tener la libertad de hacer lo que quiera, de ser un critico de teatro y quedarse dormido durante la mitad de la obra y aún así escribir una nota crítica de la obra sin ninguna objetividad, de ser un dramaturgo y plagiar una historia, de ser un director y no haber nunca dirigido a los actores, de ser un actor y jamás haber estudiado o haberse preparado para tal fin, todos condenados a perder credibilidad.

¿Importa la credibilidad?

Sí, cada quien es libre de hacerlo ¿pero nosotros tenemos que ser libres para aceptarlo? ¿eso es libertad?
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