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sábado, 9 de octubre de 2010

Cuando Sabana Grande se haga más pequeña.

Sabana Grande.

Cuando Sabana Grande se haga más pequeña.

-Ya me duelen menos los pliegues de las piernas.

Hay una rumba en esta estación, la indecorosa savia del olor a saliva.

Sofía inmaculada en la puerta número tres. El respaldo de la dosis dialorreica de nuestra generación.

El señor de la noche,

el señor de la noche.

Y la Laura con las tetas caídas, no importa, el primo se la coge y, así todo queda en familia.

Escucha hermano

la canción de la alegría.

Hemos, estamos donde nada persiste, en la solides de la materia.

Hablamos 1000, 1100, 1200, porque toda tarifa sube, ¿Quién la baja?

Hay una rumba, un festejón de tequeños, huevos, y otras culturas de aminoácidos francamente destacables.

Hay quien corre, Sofía se queda estática, ve el árbol caminar y pasar ante su vista. Sofía de la Clemencia, del hado de desnudez plasmada en el nombre de la franquicia griega: “Evolución”.

-Francamente me duelen mucho menos los pliegues de las piernas.

Hay un sudor que corre en agonías súbitas de mierda consagrada, un hedor de pascua vencida que se sobre limita ante la raya roja del lector de códigos de barras. Leemos.

Existe un gran sentido de pertenencia en las hojalatas cuadriculadas de las carreteras. Sofía, quieta.

Mañana sobraran las luces cuando Sabana Grande se haga más pequeña, o se apaguen de una vez por todas las luciérnagas inquietas que se tambalean en los postes quemados.

¿Soy yo una luciérnaga? –Se pregunta Sofía-.

Nadie en la solidez de las noches vivas se cuestiona acerca del origen de las cosas, sobre si en tierras nórdicas existió una balandra parecida a la Isabel. Y aún ante tal presagio de locura cultural, un par de viejas refinadas piden la ralladura del limón para un pase ácido, una muestra de la incandescente dulzura típica, tradicional y autóctona de esta república de oro. Vanagloria del sentimiento, al estacionamiento de las mentiras.

Sofía ahí está.

-Cuando me dejen de doler, ya no recordare.

Hay un rumbón en esta cueva de dios. Una estratosfera de dudas llenas de simplicidades.

Mañana cuando todo este bien, un té de linaza y un baño interno de llagas superpuestas en el hormigón te harán olvidar.

Como te quiero Sofía. Por ver el paisaje en esta carretera llana de felicidad. Aún hoy, antes de tanto andar, mírate.

Sofía la tierna escultura de llanto.

Daniel Dannery

2007

2 comentarios:

  1. Tengo un problema.
    Hay días en los que entiendo lo que escribes.
    Otros -como hoy-, no entiendo absolutamente nada, y me frustra.
    Saludos :)

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  2. En 2007 yo no entendía nada, parado a las dos de la tarde en una Sabana Grande llena de buhoneros e intransitable, tan perdida de esa vieja estación citadina que antaño era embajada intelectual. Hoy en 2010, sigo sin entender, ya no sólo Sabana Grande, sino todo lo que me rodea. Y Sofía, sigue siendo una estatua triste a lo lejos.

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