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martes, 24 de agosto de 2010

FATIGA.

Mi entrada a la vida académica universitaria fue un poco acontecida. Y no porque tenia dudas de si estudiar tal carrera o en tal universidad, en ese caso, tenia que ser la UCV ajuro y porque si, sino hubiese quedado para limpiar baños en McDonalds, yo era un tonto de capirote con síndrome de ombligo del mundo (Sigo siéndolo, realmente) y mi madre no tenia para pagar una universidad privada, y no había otra carrera que me interesara. O era eso, o creo que ahorita sería gerente de algún Arturo´s, con una marca intachable históricamente, de ser empleado del mes, en doce meses consecutivos, lo que claramente marcaría un record dentro de la empresa.

Inicialmente, quedando seleccionado en la Escuela de Artes por prueba interna, tuve la desfachatez de repetir 5to año de bachillerato. pero como dicen: No hay mal que por bien no venga. Quede seleccionado para entrar al programa Samuel Robinson de la UCV, un proyecto educativo que le permite a estudiantes de colegios públicos, optar por una carrera universitaria apostando hacia la preparación integral del estudiante antes de afrontarse por completo a la carrera que desea, obviamente, el SR, era una especie de ROBINSON LA GRAN AVENTURA, existían etapas, y si no las pasabas, estabas fuera y podías decirle adiós a tu futuro, al menos por ese momento.

Yo con algo de perseverancia y sentido común, logre pasar etapa por etapa, durante un año. En una de esas etapas, una de las materias que veía, que era algo así como una cátedra de Expresión Literaria, pidió como asignación la escritura de un relato corto, cuya premisa expresiva debía ser la descripción detallada de una acción. Y pues como a mi siempre me gusto eso de escribir, decidí relatar algo basado en una anécdota que mi padre me contó en aquella época sobre "En busca del tiempo perdido" de M. Proust, la cual dictaba que cuando Proust se le presento con el primer tomo al editor este le dijo al pobre infeliz: ¿Y quien va a leer un libro donde en las primeras 500 paginas se cuenta como alguien se intenta parar de la cama?, a mi me causo gracia, y hasta por un instante me sentí del lado del editor.
Pero bueno, me gustaba la anécdota, y decidí que mi relato seria sobre un tipo que le da flojera pararse de la cama en la mañana. Lo escribí. Lo entregue. Y espere ansioso por mi calificación. Obviamente no es ninguna obra maestra, es algo que me pareció divertido escribir en ese momento. Y aunque pensaba eso, esperaba una buena calificación, una B al menos. Soñaba con una A, pero sabia que era imposible.
Llegado el día de la entrega de trabajo la profesora me entrega la hoja, y verla con detenimiento, encuentro unos tachones rojos y una gran C-, encerrada en un circulo. Sentí que no servia para nada, que para qué escribía yo si todo era una porquería. A pesar de mi depresión momentánea, antes de regresar al pupitre, decidí preguntarle a la profesora, por qué me había calificado con esa nota (si es que hasta la estúpida más fresa de esa clase tenia una B) y la mujer viéndome con esos ojos inquisidores y aburridos me dijo: -Porque eso no lo has escrito tu. Parece extraído de alguna novela. Da gracias que no te he acusado de plagio.

Obviamente no me lo plagie, tampoco parece sacado de una novela. Y hasta mal escrito está. Pero recordar ese momento, siempre me llena de satisfacción y orgullo. Y sobre todo desencadenó en mi un sentido de burla constante ante las subjetividades de nuestros llamados académicos.

Con ustedes el relato.

Fatiga

No era de gran importancia el significado que tenían para mí las mañanas, era simple de explicar. Ciertas personas tienen la costumbre de bendecidlas, de elogiarlas y amarlas, no era mi caso.

No creo seriamente, que mi odio a despertarme, fuera causado por el equipo utilizado para descansar por las noches; pienso y sigo pensando, que tal vez sea una fatiga mental que me obliga a descartar todas las noches, el recuerdo de una mañana; sin obligar a mi memoria a sufrir ese sabor amargo que provocaba en mi el despertar.

La situación era algo confusa: el abrir los ojos y volver a cerrarlos, el mover los pies débiles que por varias horas habían dejado de funcionar, tener que sentir el resplandor del sol, provocado por el brillo del televisor; un televisor, que se pudiera pensar grande, colocado sobre una mesa de caoba, compuesta por dos mini-puertas, en la cual se encuentra colocado todo lo relacionado con el video -este no es el caso-. Luego de sentir tan terrible armonía matutina, desechar la idea del volver a soñar (era lo que mas odiaba de esta situación).

El frió de las mañanas, combinado con el aire innecesario del ventilador, sofocaban mi ira e irritaban mi paciencia como gran dormilón que fui; era justamente lo que mas odiaba de mi vida, el frió que me hacia enloquecer, ese contacto de mi cuerpo tibio y el aire denso de las mañanas, me hacían bailar sobre la cama, dando vuelta tras vuelta en busca de la sabana –proceso que duraba varios minutos, ya que la estatura de mi cama y su ancho impedían que fuera fácil la obtención de aquel pedazo de tela-. El jugueteo con las almohadas, ya era suficientemente inútil, en el desarrollo de estar semi despierto como semidormido.

Siento que mi cuerpo se encuentra en dirección norte-sur, empiezo lentamente a mover dedo por dedo de mis pies, siento como el calambre corporal empieza a apoderarse de mi; la situación es desesperante, hago un leve movimiento de parpados y se centra en mi el resplandor causado por el televisor, siento que mis ojos están pegostazos, y el mal sabor de boca empieza a irritarme, el frió es incontrolable, no logro conseguir la cobija, mi mente trata de pensar y soñar; el reloj suizo que mi padre me regalo hace un año se encuentra en la mesa de noche situada a mi izquierda, levanto el parpado izquierdo, veo que dan las 8:25 AM; esta apunto de sonar el despertador. Me desmorono nuevamente y en cinco minutos de sueño vuelvo a despertar.

Hago un intento de por levantarme, pero antes pienso en un plan que me lleve al triunfo: Me inclino levemente hacia el lado derecho de la cama, me encuentro débil y el tronco de mi cuerpo vuelve a su posición original, lo planifico por segunda vez, y salgo victorioso. Mis piernas se encuentran débiles y pienso por minutos, si esperar a agarrar fuerzas o desafiar a la gravedad; no espero, trato de apoyar todas mis fuerzas hacia mi pierna derecha, me empujo con ayuda de la cama hacia arriba, pero el resultado es insatisfactorio, intento nuevamente la situación, pero esta vez lo hago hacia mi pierna izquierda, abro los ojos, me impulso hacia delante y como si no hubiera pasado nada quedo de pie.

He tratado de dar un paso hacia delante, ha sido inútil, he caído de nuevo, pero hacia el piso frió y duro.

Daniel Dannery.

2003

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