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miércoles, 4 de agosto de 2010

OVEJITAS.



En el 2005, mi padre me regaló un poemario de Henri Michaux, una edición que más que un poemario parece un pequeño catalogo, por lo delgado y alargado, típico de las colecciones breves que FUNDARTE publicaba por allá en los 70.
En aquella época recuerdo que mi obsesión por Cortázar había desaparecido. Y al abrir el libro el primer poema con el que me encuentro, dicta en su primer verso las siguientes palabras: "El lo amparulla y lo endosca contra el suelo,(...)" Un poco desorbitado, leo el poema unas 50 veces, buscando su lógica en el mismo título (EL GRAN COMBATE), ahí entiendo que Michaux, se toma la libertad de crear un nuevo vocabulario para describir una pelea entre dos hombres, la misma técnica que Cortázar usó en varios de sus escritos.
Claro, Michaux escribió el poema en 1927, en aquella época vanguardias artísticas como el Dadaismo habían impregnado al mundo, y el Surrealismo estaba comenzando a hacer de las suyas. No es de extrañar que Michaux hubiese formado parte intelectual del Surrealismo. Y ese poema "El gran combate" demuestra que así fue.
En todo caso, bajo la inspiración de Michaux y Cortázar, y mis inclinaciones Dadaistas, escribí este ¿Cuento?, por esas fechas.


     Y bien la gambarra de treta, así entre elixir de colores amor y odio, seculo la hojarasca de los recuerdos, No sÉ, si el tin o el tan, tal vez aquello que en recuerdos no deja de ser, problemas del “yo”, como el hambre, como la sed, como el sexo: Rojo, violento, negro. Vinotinto de mascaradas rimbombantes como la ultra violeta del teatrero más capaz, aquel Zanni melliscoso de labios borrados por el tiempo. Y nada, y qué, y churrasco, porque en la avenida Bolivar, entre tanto tumulto y puta, solo queda amplitud, de las pasarelas al desván y luego el tún tún de la puerta que se regodea de las aspiraciones incansables de los monos y brinca salta y salta: barroca concepción de movimientos entre bulevares de gente cansada y sedienta.
Me inscuyo en la propia ropa del cadáver exquisito que no habla, solo tararea y va rimando de tra a tri de tri a tra. silbido bochornoso de asco y muchas flacas con las tetas caídas y mucha baba con el abdomen dormido el cansancio que va haciendo cuenta de la lluvia de semen que gotea y gotea:
Pic, pic, pic
Como un grifo malherido. Ya el baño no suena situación inconfesable para oídos pertinentes, Oh papa, Oh mama y primos y hermanos Familia, etc, etc, etc. Ya ni la RAE sabe de qué habla e inmiscuye la soledad con el tiempo de tanto yada yada, de tanto miedo y pam y pim y pum “huelo carne humana” putrefacta, ambivalente de sonores.
Jalapatamalatrata
¿Y el zoo? Qué fue de los animales dormidos, por que tanto smog, deja cuenta de más en el escritorio y bolígrafos deseosos de tirar el agua en la piel ya ni la enfermedad que hace amarillas a occidente confiesa que es la culpable de tanta gabarderia y mr. Belmont, y la comarca y un cafecito chiquito en la vitrina del europeo que se ríe, y habla, y vive.
¿Y la gente, el popular? La mano estirada cobrando el día Ñaaaaa, ñaaaa, que le den un juguete al indeciso que no toma la leche por miedo a vivir ya preferimos la muerte entre tanta mancha negra, y el asesino de los guantes azules y la almohada llena de suspiro de llanto convertido en televisión nos hemos vueltos el ventilador de cuatro paredes “de aquí para allá, de allá para acá” ¿Y no son sus ojos los mas bonitos? ¿Y las manitos? ¿Y el cuerpecito?
El parque plagado de lobo feroz “señor conejo, señor conejo” y tumulto de mostaza en vara por que la parrilla, ahhh… la parilla. Qué seria del cochino sin recitar las últimas horas del día:
Porque como comen y comer poco porque coco como. Y la brisa que despide el zumbido veloz de un pedo genital. La abuelita, la italiana, la costarricense, aquella que baila con las dos manos pegadas al trasero por que el sodomita que pide malta negra solo piensa en 120 días y quitarle el día al bisiesto que mala pata si tan solo sufre y se encharca. ¡Camilla! ¡Camilla! por favor, hemos moribundos en una sola pierna, sálvame oh gran omnipresente salvador y clava tu espada brava en la ideas, sin ti que seria de aquel Miranda, sin sus carros, sin su bulla, sin la gente restregada de par en par en los pisos electrónicos de la vanguardia. ¿Aló? Un momentito por favor, hay chorizo en el horno y uno calentito esperando ser congelado, errores de pulso, la metralla, la marcada, la gorda estupida que come chiclet, y la papa, la papa, y el domingo radiante de secuestros aprendidos, porque la que traga leche da más oportunidad a sus hijos, la mirada Bondiada de renacieres marquesinos y las bolas bien corrugadas:
-Acción inédita que fortalece la muñeca
Y el homónimo sanradeado. Porque el cerebro mecaniza toda acción y se nos van las piernas y sudamos y luego jalamos y vemos correr la mierda pesando: ¿Dónde irá? Sin saber que un duendecito con cara de prepucio espera con la boca abierta. Y la vaina del invalido colgada, jadeante, extasiada esperando la precoz de toda precocidad, porque la niña del semáforo ya nada puede hacer, son pocos, es dinero, y la fantasía del cabello rulo guindando del pecho, y la temiga del toro, la crema de espárragos, los paquetes de la bodega del pueblecito lleno de sueños, y huevoncitos que creen saberlo todo con tan sólo oler, y luego llegan y se van y llegan y se van y vuelven. Y es que el chivo ya no es chivo ahora es de verdad.- Hay pelos, hay métrica sudorosa y gritos y rasguños y la espalda rota el gusto ese que se da con el saber de la mata y se arranca, pero nace otra.
Pampa, Pampa, la nave de la resurrección, y el resucitado un poco mas modernizado, y la manzana y el pecado, y el gargajo que queda entre los dientes del marciano, porque no escupe, porque no aprende, porque es difícil, porque ya ni eso deja tocar, y abajito, un poquito.- Así cantamos el sonido del cenicero de la caspa leprosa que es mejor en bolsa y grillo se la come, la mea, como el carajito de la esquina, el punto pulposo, la uña arrancada, la sangre enchinchada, por la vieja picando ojo y pica y pica y sale rodando una bola de pus que se estrella enlagañada.
El cocodrilo radiante de tanto cogerse al elefante, el calor, ese calor de la sangre fría, que solo espera pasar la punta del cuchillo en el dedo gordo del pie:
¡Salud!

Daniel Dannery
2005.

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