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sábado, 28 de agosto de 2010

SIEMPRE.

Fotografía: Pascal Abadie.

Siempre.

A Narcisa.

Siete sellos en una carta dirigida a la muerte. 120 días de sexo interrumpidos. Cabellos lacios, y tez opacada por grandes puntos. Lo alto. Lo sincero. La experiencia. La nostalgia. Un jarrón manchado de tinta, por la pluma de algún moribundo. La nausea. La apatía. El amor. Lo perfecto también es risible. La baba. Los cachetes. Lo visceral. La poesía que se hace con un romance. La cama y sus esporas. La almohada llena de insectos chupa sangre. El dedo en el labio. Una gota de lágrima que cae y se desparrama por todo el cuerpo. La catarsis del momento. La luna llena vista desde lo más alto, y aquel momento gratificante lleno de felicidad “Sra. Darcy”. Los lobos plasmados en papel con un vestido largo color negro y el suicidio. Las fiestas del soma en el café acostumbrado. La nada de hacer nada callada en un “quédate conmigo por favor”. La ira. La amargura y las ventajas de una cosecha de uvas para el vinotinto. Y todos somos grandes músicos esperando en las cejas del arrepentimiento. Las palabras que siguen sin decir nada. Y la huella de la piel adherida en el centro del pensamiento. El instante de la creación. La musa desnuda puesta boca abajo para no ser plasmada en el sudor. La entrada de una bala en el corazón y es orgasmo. Mis putas. Mi puta. La querella del duelo en la pared. Lo que esperamos del golpe machacante absorbido en el vinagre de la seducción. Los túneles. Aquellas ratas viejas que se tambalean en la peste de los caprichos. La lengua deslizada en las espinas de los glúteos. Lo buenos momentos cargados de besos sabor a miel. El Whiskey en la entrepierna y la fruta madura escondida en la siembra llena de sabor, de un olor perfumado que se acompaña por un desvírgame otra vez. La velocidad de los días. Lo que no se pudo hacer. La R trancada en el verso más corrompido de tu cuerpo que también es mi templo. El plano medio de uno de tus senos. La locura convertida en un cuchillo para dos. El lazo de unos dedos. El intento de crear y no borrar. El cansancio que no es más que una partícula de oxigeno. Los que escapan en las noches más pervertidas. Lo calido. Lo frío. Tus fríos. Mi insensibilidad.

Stop

“Porque toda tu me sabes a fruta” a la primera, a la segunda, en la infinidad, y me es imposible olvidar, porque caigo y siempre he caído, y fue solo un momento. Y me contradigo y me reviso y palpo la gracias de un de nada, la cerilla, la ceniza y el rubio del tabaco entre los dedos con un aroma a semilla seca, ese recuerdo sensorial de navidades pasadas, de aglutinamiento, de rencor y sangre mala que sabe acidez y azúcar en los labios, y el te quiero que es mi mayor caída. La pérdida de la respiración.
La necedad de los niños, una pestaña partida en dos sobre el corcho del champagne. El cortar la uña y jalarla de tajo.

Porque en tu columna quebrajada no sólo está el polvo, sino las entradas, la máxima expresión de la insana continuidad del tiempo.

Daniel Dannery.
2006

2 comentarios:

  1. Creo que es lo más hermoso que he leído en meses.
    "La pérdida de la respiración"

    WOW.

    Wow, otra vez.

    Saludos :)

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  2. Es todo un halago eso que comentas.
    No sé si me lo merezca, fue escrito hace 4 años.

    Ya quisiera yo escribir como escribía en ese tiempo.

    O quizás enamorarme como me enamore en ese tiempo.

    Saludos.

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